El Amor en los Tiempos Líquidos: De cómo – no – amar por Miguel Ángel Caloca Heredia.

El Amor en los Tiempos Líquidos: De cómo – no – amar por Miguel Ángel Caloca Heredia.
“El dinero es un poco como el amor. Nos pasamos la vida persiguiéndolo, pero pocos comprendemos lo que realmente es. En muchos aspectos, fue una buena idea cuando empezó”.
¿Por qué hablar de amor?
Una pregunta un tanto válida, en un mundo que se va caracterizando progresivamente por su insensibilidad y egocentrismo es la consideración de “¿por qué hablar del amor?”.
Haciendo obviedad del mes que nos acompaña, consignado a la compañía y el Amor dentro de la sociedad. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que “el Amor” – y las relaciones amorosas – es un tema recurrente a cualquier edad, en cualquier latitud y a cualquier momento.
Del amplio catálogo de relaciones que pueden tomar los vínculos humanos: Laborales, de compañerismo, camaradería, amistades, familiares, etc. Sin duda, el amor es el de mayor solidez y relevancia por cuanto al entorno social, la pareja busca consolidarse y constituirse como el siguiente núcleo (un núcleo per sé) familiar del individuo, una vez que el mismo pueda dejar aquel al que corresponde inicialmente.
Existen – principalmente – dos vertientes que puedan explicar la tendencia hacia el establecimiento de vínculos afectivos con nuestros congéneres:
La primera nos indica que, ante la primacía de un sentimiento generalizado de pesimismo, soledad y abandono; es aparente la conclusión acerca de la relevancia que pasa a tener la constitución de un vínculo afectivo: Ante las adversidades, buscamos un apoyo común.
En tanto que la segunda recae un poco más hacia la óptica del consumo: En un mundo vasto y lleno de accesorios, juguetes y demás distractores lúdicos para pasar el tiempo, se revela la inapetencia y hartazgo de los mismos. El fácil acceso a tantas alternativas nos inunda de tal grado que se pretende trascender este interés superficial por algo/alguien que “realmente lo valga”. Así es, el Amor – y las posibilidades de su constitución, en tanto sinónimo de “aventura” – han pasado a ser una ludicidad más de lo contemporáneo.
Tal como sea, es una verdad innegable aquella que nos expresa el fenecido sociólogo Zygmunt Bauman en su libro Amor Líquido, publicado hacia el año 2003 (aun así, tan vigente como a la fecha de su publicación): Las “relaciones” son ahora el tema del momento y, ostensiblemente, el único juego que vale la pena jugar, a pesar de sus notorios riesgos .
En tanto que, no me dejara mentir el lector, el amor es (efectivamente) algo que “vale la pena”, dedicaremos este breve ensayo a puntualizar algunas de sus concepciones y consecuencias.

Amor y Pasión: Claroscuros y diferencias.
El “Amor” forma parte trascendental en la historia del ser humano y su desarrollo. Por cuanto a su estado puro (el amor en sí mismo) o alguna de sus manifestaciones en similar o menor grado (amor filial, compañerismo, etc.), de las cuales, siempre se impondrá por antonomasia su vertiente más conocida y frecuente: La Pasión.
La Pasión ha tomado parte en forma evidente a lo largo del desarrollo de la historia humana, se habla de crímenes pasionales y sus consecuencias.
Ello trae a la luz que la naturaleza de la Pasión no sea otra que el desequilibrio, comúnmente representada a través de las brasas de un fuego indomable, la mayor pena de la pasión es consumir el objeto que pretende amar en forma arrebatada, a la vez que se consume a sí misma.
Aún así, es de mencionar que en los grandes arrebatos y la imperfección humana (manifestaciones predilectas del gesto pasional), suele ser el caldo de cultivo para grandes proezas y hazañas incomparables. Y en defensa de la vulnerabilidad humana, cabría mencionar que incluso a los altivos dioses de la mitología grecolatina/grecorromana les acontecía el arrebato de la pasión. Dejando constancia de ello toda una serie de héroes mitológicos, estirpe de Zeus o Apolo (éste último más gallardo que el anterior), entre otras deidades que caían rendidos a la belleza.
Así es que, la Pasión, se haya medianamente justificada – al decir de algunos románticos – pues aun siendo fuerte arrebato de los cabales lógicos, es cierto que deja paso a una serie de grandes aventuras y extraordinarias habilidades. Mismas que enriquecen el arquetipo cultural de los poderes del Amor. Se preguntara el lector: ¿Qué diferencia existe entre Amor y Pasión?
En tanto que el primero sea especie y el segundo un género de menor grado, pretendo explicar (aprovechando la referencia mitológica) dicha diferencia mediante una cabal analogía.
El amante por antonomasia de los dioses griegos fue Zeus, “Padre de Todos los Dioses”; quien comúnmente se “transmutaba/disfrazaba” de tal forma que engañaba a sus víctimas (todas ellas, hermosas doncellas) para yacer con ellas, dejándolas después abandonadas.
Tal fue que, en algunos casos de su extenso historial, tomó desde la forma de un toro blanco (El Rapto de Europa), pasando también por ser una lluvia dorada (Dánae), a un majestuoso cisne (Leda) e ¡inclusive por representar a otra deidad! (en Artemisa y Calisto). Acaso podremos observar las mañas de que se vale este Dios del Olimpo al efecto de lograr su objetivo: Yacer, tras lo cual generalmente dejaría abandonada al anterior objeto de su “amor”.
No es así la historia del más grande de los héroes – también hijo de Zeus – y quien se diferencia desde su origen a sus correlativos. Entre los amoríos de Zeus, resulta erróneo contemplar a Alcmena, esposa de Anfitrión y madre de Hércules (Heracles, en su versión griega).
Alcmena podrá jactarse de haber sido la única mortal a la que Zeus no engañó en una forma intencional (el nacimiento de Hércules, estaba llamado a ser un evento trascendental); siendo que para yacer con ella retrasó el viaje de regreso de su marido, transformándose a la viva imagen del mismo y así concibiendo al héroe mitológico de mayor calibre en la historia. De igual forma – y, sustancial diferencia con sus demás “amantes” –, se cuenta que cuando Anfitrión se supo burlado pretendió quemar a Alcmena, acto que no pudo finalizar puesto que el mismo Zeus la protegió, encomendando a Anfitrión que cesara en su violento arranque de ira.
Así será como Zeus, prendado profundamente de varias mujeres, en un arrebato pasional, las despoja de sí mismas y las toma para sí, posteriormente dejándolas a su suerte. No siendo tal, el caso de Alcmena, profundamente notorio por cuanto a contraste y significado. La conclusión es contundente: El Amor es al Cuidado, lo que la Pasión es al Consumo.

El Amor en el Tiempo: ¿Dónde nos perdimos?
Habiendo aclarado lo anterior, es tiempo para abordar las distintas concepciones del Amor. Antes que definir lo que es el Amor, concepto claramente inefable, será mejor adentrarnos en las diversas interpretaciones que de dicho fenómeno – el amatorio – hemos realizado a lo largo del transcurso y desarrollo de la humanidad en el dogma de la cultura occidental.
Desde los vestigios de la humanidad podemos observar cómo ésta se valió de su ingenio para explicar aquellos eventos que trascendían su comprensión. En tal forma, la mitología forma un pilar esencial al pretender explicar el fenómeno del amor y su entendimiento desde la antigüedad.
Acaso alguno de los antecedentes de mayor relevancia lo constituye el –así conocido– Mito Andrógino (de origen griego); y según el cual, al momento de la creación del Ser Humano, originalmente Zeus lo concibió con cuatro brazos, cuatro piernas y una cabeza con dos caras: Seres con fuerza extraordinaria e inmenso poder, al grado que su ambición se tornó en desafío. Osando escalar la morada de los dioses, el Monte Olimpo (Olympo). Por lo cual, se les dividió en dos seres, para disminuir su orgullo y prepotencia. Entonces, a cada ser cortado; el Dios Apolo le remedó las heridas y moldeó su tronco. Condenando a estas nuevas creaciones a partir durante toda su vida, en la búsqueda de quien en otro momento fuera su “otra mitad”.
Resulta curioso realizar la comparación que la plenitud de estos seres tuvo, al grado que rivalizaran con los dioses: Un Poder Divino. ¿Quién puede ser detenido cuando sus pasos se motivan en las hazañas del Amor? Motivo de dicha fuerza inexplicable lo son grandes clásicos de la literatura universal, nuevamente acude El Quijote acompañado por Los Miserables de Víctor Hugo (curioso epitafio el de Jean Valjean “Murió cuando perdió a su ángel”).
Aun un poco aventurada, es curiosa la aproximación de estos seres en uno mismo, al efecto del abrazo: Acto último de amor y fusión, antes que el beso, manifestación preferida del placer .
También acude, irremediablemente a nosotros, la concepción fisiológica que explica el fenómeno amatorio sino por medio de la perpetuación humana mediante el acto sexual. Esto no es otra cosa que un tema biológico y atiende primordialmente a la satisfacción de una necesidad humana hacia la auto replicación ad perpetuam de la especie.
Finalmente, una de las concepciones que ocupa mayor relevancia hacia el Siglo XXI es la conocida como “del Amor Shakesperiano”. Este conocido dramaturgo del Siglo XVII (1564 – 1616), poco podría haber imaginado acerca de las repercusiones que sus letras tendrían para efectos sociológicos y – sobretodo – amatorios.
En una de sus obras más conocidas a lo largo del mundo (y un clásico de la literatura), de nombre Romeo et Juliette, publicada apenas hace 422 años -1597-. Misma obra literaria en la que se aborda un amor trágico: Los amantes se encuentran predestinados a configurar la unión de dos temerarios rivales – como bien nos hará saber Romeo al exclamar: “Mi único amor, surgido de mi único odio” –, cada amante por su parte es relevante miembro de su relativa comunidad (familia). El gallardo Romeo, de los Montesco y la bella Julieta, de los Capuleto.
Obviando la tragedia de estos jóvenes amantes, por todos conocida., Lo que nos interesa en realidad es la forma en que esta obra alcanza trastocar/modificar la concepción que, anteriormente, existía del “amor”. Es común observar la noción de Destino en la pluma de este hábil dramaturgo. Tal que, Romeo y Julieta no se encuentran unidos por la mera coincidencia , sino debido a un actuar superior que moverá por tierra y mar las fuerzas, al servicio de consumar este amor puro, verdadero y espontáneo.
Espontáneo… resulta ser la palabra clave para los efectos que interesan, no puede ser más clara la declaración primera del joven Romeo, que dirá (ardiendo de pasión) con prontitud e ingenio, suaves versos, declaraciones de amor puro y violento (en tanto que lo arrebata de sí mismo).
Mismo amor que, eventualmente, quedará correspondido por la grácil Julieta; incapaz de negar las reclamas de su corazón; sabiendo (o pretendiendo saber) que los une algo mayor, ante el difícil panorama que deben enfrentar (un mar de sangre los separa, ineludible): Después de todo, ¿qué fuerza humana es capaz de oponerse al Amor y su consecución?
Serán la noción de Destino (aun cuando trágico, al final reconcilia ambos mundos) e Inmediatez (toda la historia no se desarrolla en un lapso mayor a una semana – aproximadamente –) las que pasen a constituir el nuevo dogma de lo romántico en el mundo contemporáneo.

Amor Contemporáneo: Castillos en el Aire.
Las relaciones contemporáneas pueden serlo todo al día de hoy, menos sencillas. Pareciera que, ante el amplio margen de posibilidades que se han abierto en el campo afectivo (citas en línea, redes sociales, app´s especializadas, etc.) la constante es el fracaso en el establecimiento de tales vínculos. A decir de algunos resulta paradójico que “(…) multitud de fracasos amorosos se producen en el momento en que hay mayor libertad para establecer las uniones, cuando los individuos son más libres que nunca para elegir a la persona objeto de su Amor” . Es verdad que las redes sociales y – en general – el mundo virtual han revolucionado el campo de las relaciones humanas, pero la pregunta obligada es: ¿Lo han hecho para bien?
En el presente, dentro de la realidad virtual y los efectos de la simple vinculación afectiva, podemos constatar que las redes sociales se han convertido en un mercado de consumo humano; como si de la moneda se tratara, el valor humano en estos ámbitos – virtuales – se obtiene solo a través de la prontitud en el intercambio de “reacciones” y “followers”. Todos ellos deseos de consumir lo que parece ser una vida que roza la perfección.
A decir de Byung – Chul Han (reconocido filósofo surcoreano) se puede observar que la prioridad radica en la exposición del “sí mismo”. Una apertura total, aunque solo en apariencia, en tanto que nunca es legítima: La vulnerabilidad no se encuentra dentro de los valores reconocidos y aceptados, será la gallardía de exponer lo auténtico que prime por encima de lo demás. Así lo expresa al escribir que “Nos hacemos visibles, nos exponemos como si fuéramos mercancía. Nos exhibimos para la producción, para esa circulación de información y comunicación que hay que acelerar” . Que no es otra cosa que afirmar el valor de las cosas, y las personas, con base en su alcance y exposición. Los “likes”, “shares”, “comments” y demás parafernalias de la red social traducidas en afluencia le dan valor a quien las publica.
Es de notables hacer un acaparamiento de atención, en tanto que el atractivo ahora se mide con base en estándares de cantidad: Número de solicitudes, invitaciones, comentarios, “likes”, etc. Tanto atraes, tanto vales: Obedeciendo siempre la óptica del consumo, que basa su realización en la mayor disminución posible que pueda llevarnos a la consumación del ciclo “Producción – Adquisición – Consumo – Desechamiento”, sucesivamente y ad infinitum. En este mismo sentido, es raro observar una relación que pueda prevalecer ante las embestidas de lo efímero y lo transitorio.
Cada relación, cada potencial amante, promete constituirse en una “mejor” relación, en una manera “más placentera” de experimentar nuestro vínculo con algún otro ser humano. Guiados por la percepción sesgada del amor shakesperiano creemos en el Destino y encomendamos en éste último los fútiles intentos realizados. Ante la desesperación por el fracaso, es casual observar que se constituya uno tras otro tras otro y tras otro (sucesivamente) en la ventana de nuestras posibles relaciones. Siempre en busca de “el indicado / la indicada”, hechos a la medida para nosotros (recordemos el papel del imponente Destino) y de efecto rápido, absorbente, pasional (la Inmediatez juega aquí su parte): Ante la promesa de una serie de “mejoras” en nuestras relaciones, podremos observar que hemos heredado el régimen de la concepción consumista, por cuanto que ahora, los objetos así como las personas, tienen la base de su valor en lo novedoso, ya no en lo perdurable. La transitoriedad de parejas, vínculos y afecciones es algo típico ante la impotencia de los fracasos reiterados, a saber que el remedio sea que cuando la calidad no nos da sostén, tendemos a buscar el remedio en la cantidad.
Parece anecdótica y práctica, la afirmación con que comienza el abordaje de un libro de Amores Contemporáneos . Al afirmar categóricamente que “Son tiempos de usar y tirar, todo tiene fecha de caducidad y debe ser renovado en un constante ejercicio de cambio de imagen”
La palabra prohibida de la moderna generación líquida, no es otra que “Compromiso”, sinónimo contemporáneo de “Cadenas” (no menos grave). Así, se hace un claro distingo respecto de las relaciones “anticuadas” – por no decir comprometidas, ni hablar mucho menos de los compromisos a largo plazo – a su símil contemporáneo en que abundan las “posibilidades románticas”, bastará estar en atenta espera y con el celular a la mano en todo momento.
Dichas relaciones “exprés”, vaya que son dignas manifestaciones de lo que Bauman llamara como “la moderna vida líquida”, en que la transitoriedad y rápida disposición de dichas posibilidades constituye el mayor atractivo dentro de la óptica del tiempo puntillista (en que un punto ocupa todas las posibilidades, similar al fenómeno “Big Bang” en la creación del Universo), en que las expectativas rozan la perfección; al pretender “que las posibilidades románticas (y no sólo las “románticas”) fluctúen cada vez con mayor velocidad entre multitudes que no decrecen, desalojándose entre sí con la promesa de “ser más gratificante y satisfactoria” que las anteriores. (…) Las relaciones virtuales son de fácil acceso y salida” .
Así, aquella promesa del amor moderno, “parece estar produciendo dolores y sufrimientos no menos numerosos y probablemente más agudos que aquellos que prometía remediar”.

Concepciones y Remedios: El Arte del “Buen Amar”
Así, es una verdad conocida la ineficacia del remedio que consumimos de cotidiano: La concepción de la relación afectiva moderna, esto no es otra cosa que: Cómo pensamos a la pareja. En este sentido, es importante colocar el énfasis en la acepción shakesperiana abordada con anterioridad por cuanto la noción de Destino e Inmediatez.
Bien podemos afirmar que al día de hoy “el amor hoy no se <> simplemente, -se encuentra- en el curso de una positivación de todos los ámbitos de la vida, es domesticado para convertirlo en una fórmula de consumo, como un producto”
De esta forma, el Amor ha perdido sus principales atractivos, que la realización y consumo de cualquier producto accesible no tendrá jamás efecto duradero ni de plenitud adquirida. Tal como se indica, esta concepción del Amor positivizado como “producto de consumo” (fórmula de aplicación infalible), no ocupa ningún riesgo ni atrevimiento en su realización – tal como las relaciones virtuales y sus procesos constitutivos, el anonimato virtual es buen escudo tanto como pésimo aliciente – a quienes lo consumen.
En similar orden de ideas, nos previene al respecto Giulia Sissa, Profesora de Ciencia Política y Clásicos, en su libro Celos ,; en que señala la diferencia clara entre el modelo romántico de Shakespeare en Romeo y Julieta y el primer poeta conocido en tocar los temas del corazón: Ovidio; que en su conocido libro El arte de amar forma una serie de instrucciones, técnicas y estratagemas dedicadas a ambos géneros. Para los efectos de consolidar su pasión hacia una pareja en particular.
Tal cual, el poeta Ovidio recomienda que vayamos en su búsqueda (del Amor), ¿no es desde su “Libro Primero” que nos lo indica?: “El cazador sabe muy bien dónde ha de tender los lazos al ciervo, y sabe en qué hondonada tiene su madriguera el jabalí (…) Tú que anhelas un amor perdurable aprende a conocer los lugares más frecuentados…”, en esta forma va contrario de todo aquello que se menciona con anterioridad. El apotegma es tan revelador como aparentemente simple: El Amor se construye, no solo es/existe.
El principal remedio de éste quebrado dogma, aún así, tan vendido – y consecuentemente, consumido –, radica en la Consciencia: La consciencia de que el simple hecho de respirar/existir/ser no nos traerá al ser amado a los brazos, perdón de los egos heridos.
Convendrá también realizar una introspección hacia nuestro fuero interno y aquello que esperamos de una relación para nuestras vidas, si su carácter es meramente accesorio o revela una mayor complejidad dentro de nuestra perspectiva. Así lo indica de manera extremadamente puntual, Byung – Chul, al afirmar que “el pensamiento tiene necesidad de silencio. Es una expedición al silencio” . Mismo silencio que no nos vemos capaces de conseguir, ante el constante bombardeo mediático, ya por no hablar de las constantes ofertas (directas o indirectas), todas ellas potenciales parejas futuras irrealizadas, que las redes social ponen al alcance de un solo “click”.
El auge de esta “cultura de lo efímero” solo nos indica que huimos del dolor, del riesgo, así como del natural esfuerzo para alcanzar metas; estamos instalados en la búsqueda permanente del placer, y ¡del placer inmediato! Tan pronto éste desaparece, rápidamente decidimos que debemos cambiar de opción. Tierra infértil para cualquier intento de compromiso.
Finalmente, valdrá la pena realizar una última reflexión (consciencia) acerca de lo que el “amar”, por cuanto a la relación de pareja implica (para los amantes): Es innegable que el amor contemporáneo implica per sé un concepto de dualidad dentro de la pareja, son dos que pasan a formar un “uno”. Partiendo de ello, es deber nuestro observar el curioso parecido existente entre “dos” y “duda”. En idéntica forma tuvo a bien expresarlo Zygmunt Bauman en su conocido libro, Amor Líquido, cuando enunció el Amor de una manera tanto curiosa, trascrita a continuación:
Amar es… Convertir a otro en un alguien «definido», – lo que, a su vez – significa convertir en «indefinido» al futuro.
Así, tenemos que una relación amorosa significa un cambio de planes, en el sentido de que las decisiones acerca del plan de vida y rumbo, dejan de ser consideraciones unilaterales: Ahora, debemos pensar en nuestra pareja. Ése tercer ente, conformado por “Tú y Yo”, pero que no es “ni tú”, “ni yo” de forma simultánea.
Acaso un grave error del amar moderno radica en la egolatría y la auto – percepción narcisista de que el Amor “hace bien”. Nos enamora la promesa del sentimiento, pero no gustamos del sacrificio, peor aún, nos inclinamos a pensar que el Amor – ni nada en particular – debe requerir de nuestro sacrificio. Apuntando, esto sí, sin que ello llegue a constituir un daño o la necesidad de mantener un vínculo afectuoso tóxico.
Así que, a lo largo del presente, espero que Ud., atento lector/lectora haya comprendido los alcances del moderno enfoque de lo que “amar” merece en la sociedad de consumo: una fórmula de exhibición y consumo, principalmente. Frente a la concepción ovidiana de lo que, alguna vez, fuera “El arte de amar”. Finalmente, lo invito a reflexionar acerca de lo maravilloso de estimar a un ajeno nuestro, pues por mucho que intentemos huir (tanto como de la Muerte), es – a decir de Jorge Bucay – una certeza que “el amor implica sufrimiento, aún cuando dicha”.

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