Economía Colaborativa: Promesas del Capitalismo por Miguel Ángel Caloca Heredia.

                         Economía Colaborativa: Promesas del Capitalismo      por Miguel Ángel Caloca Heredia.

La tendencia particular de las nuevas normas económicas que rigen el sistema contemporáneo son claras; tal cual lo plantea Bauman en su libro “Vida de Consumo”[1], la urgencia priva por encima de todo. El régimen consumista -establecido a rajatabla- fuerza a los actores y agentes económicos hacia la realización constante de actualización: Crecer o morir, ésa es la sentencia.

Nos encontramos en presencia de una “economía darwiniana”; donde, aquel que no logre adaptarse al mercado será, o bien abandonado, o bien absorbido por su competencia: La sentencia es la muerte ineludible. En un ambiente corporativo hostil, la moralidad ha pasado a ser un tema de segunda relevancia en la mayor parte de las compañías. Los principios económicos también guardan una aplicación fáctica en el acontecer diario de nuestras vidas. Es así que, ante el claro descontento social respecto de las malas prácticas corporativas, se amplió la aplicación del Mercado y; ante la innovación tecnológica, surgió un mecanismo ad hoc, una Promesa, para los efectos de materializar las displicencias de este sector en particular. En este tenor -y contexto- podemos afirmar que se da el surgimiento de una nueva vertiente: La Economía Colaborativa.

Un Concepto Comunitario: Unión en lo Cotidiano.

El concepto de “colaborativo” pretende dejar en claro -al menos conceptualmente-, que el telos (finalidad) a que atiende su nominativo implica una ausencia de jerarquías. Se trata de una relación coordinada, distinta de la de supra subordinación; una economía de “tú a tú, cara a cara”, con un corte “Menos ejecutivo”. Al decir de sus defensores, se trató -en sus inicios- de un movimiento de reclama, una protesta materializada hacia el agresivo capitalismo vigente hasta nuestros días.

La Economía Colaborativa tiene -al menos, en su concepto- por actores económicos a los miembros de la comunidad; a aquellos que pueden haberse visto rezagados o bien afectados, reducidos a una mera estadística de daño colateral[2] en  la nómina del corporativo que no pudo costear capital humano para continuar su crecimiento. Aquí tocamos el tema de las disrupción -inicial- entre uno y otro; la Economía Colaborativa, en principio, pretendía “hacer bien las cosas”, a diferencia de su contraparte. El fundamento esencial de la Economía Colaborativa se traduce en su carácter “colaborativo”; dígase de comunitario. Es “el apoyo bienintencionado del ciudadano común a otro ciudadano -generalmente del mismo contexto- en la realización de una actividad que comparten, sin compartir un fin de lucro para ello”.

Se trata de un contra-mecanismo, ante la tendencia globalizadora, en que los miembros de la comunidad se coordinan para los efectos de suplir la deficiencia del mercado en que cayeron. Lo anterior en virtud de que, quizá no les resulta posible costear los gastos que reclama la plusvalía de la empresa; o simplemente prefieren mantener el flujo de capital al interior del municipio, entidad o país en que radican (en tratándose de empresas transnacionales y sus filiales libres de impuestos); puede ser también que prefieran guardarse un ahorro de las cantidades que erogan en favor de la empresa, etc. Las razones son tan variadas como los enfoques que le puedan dar los miembros de la comunidad que se trate, aplicando diversas tendencias, pensamientos y conceptos en su carácter de regionalismos, dogmas de carácter nacional (cada vez menores, a decir del Mito[3]) o ideologías que identifican a un grupo social específico -tribu social/urbana-.

Sin embargo, el concepto que prima al respecto es el de personalización: Nos encontramos con relaciones entre iguales, es ése el Discurso. No se trata de la típica relación de servicios y negocios subordinados; la innovación en el carácter colaborativo (y su principal atractivo) radica en el discurso de ideales que plantea.

Alcances y Consecuencias del mundo globalizado: Abriendo terreno a la Economía Colaborativa.

La reconvención hacia las relaciones humanas es el pilar ontológico de la economía colaborativa, aprovechando el sentimiento de nostalgia hacia los vínculos degradados, que diariamente se erosionan, absorbidos en los términos líquidos del haber contemporáneo[4]. Las relaciones humanas se han visto sistemáticamente desplazadas a través del uso de las Tics (Tecnologías Inteligentes de la Comunicación), que se encuentran en un boom ante el auge de la doctrina globalizadora. Consecuencia directa, la calidad de las relaciones ha decaído por diversas razones -ninguna justificada-, entre las que encontramos las siguientes:

  1. Menores períodos de atención.

Ante lo portátil del aparato electrónico, es común observar comunidades enteras absortas en los mismos –y en sí mismos-, aun teniendo al alcance a personas físicamente presentes. El carácter de virtual ha afectado las relaciones, volviéndolas más dispensables. Se requiere dar un menor cuidado a las relaciones; el fácil acceso e ilimitado alcance hacia nuestros seres queridos ha permitido que se pueda postergar de manera indeterminada el momento de dar mantenimiento a esas relaciones. La atención se ha visto reducida, ante una concepción temporal de corte puntillista -en contraposición a un flujo de río temporal (causa/consecuencia futura)-, fomentada para los efectos del hábito e consumo reiterado.

Se vive la doctrina del Carpe Diem en su sentido “disfruta el día, el mañana vendrá luego”, tergiversación filosófica del aforismo, encaminada a generar una demanda de consumo sin precedentes –ni consciencia-: El ciclo producción/consumo se debe satisfacer –solo para comenzar de nuevo- a la brevedad posible. La Economía Colaborativa propone una coyuntura en este sentido, al preferir la relación y empatía, la atención en el otro de manera igualitaria. Un sentido hospitalario y de interés genuino forma parte de las características ideales en esta vertiente de la Economía.

  1. Impersonalidad del Usuario en Conexiones.

Ante el anonimato tácito de las personas con que podemos conectar virtualmente, nos encontramos ante una creciente falta de consideración. En la doctrina que se conoce generalmente como el sesgo de la víctima identificable, se explica que psicológicamente la identificación de las víctimas se traduce en un mayor sentido empático y de responsabilidad respecto de temas que, de otra manera, se preferirían mantener en una omisión sistemática. Obviamos aquello que nos incomoda; las verdades que son pleno conocidas, pero -nos hemos vendido a la idea de- que no se pueden cambiar; o bien, que nuestra acción al respecto sería irrelevante ante el enorme tamaño de la afectación referida.

Llevándonos, en un sentido lógico, -en una especie de asimilación análoga- bastante similar a la conocida Tragedia de los (Recursos) Comunes[5] -expuesta por Garret Hardin[6]-, cuya conclusión nos lleva a la certidumbre de que (bajo condiciones puramente lógicas y de competencia) los actores económicos preferirán en todo momento la satisfacción de su interés, ante un “escueto” daño que pueda sufrir la colectividad: Un rendimiento de 10 al individuo representa un daño de 10 a la comunidad (integrada por 10 individuos); el daño, una vez que se divida entre los individuos, será de 1 para cada individuo. Y el rendimiento de 10 se mantendrá en la persona que lo originó.

La abstracción del carácter personal de los usuarios en redes (su mera degradación a objeto de consumo), forma parte de la justificación -generalmente aceptada- que se puede hacer a las omisiones reiteradas en el interés de que converjan las partes para su mutuo conocimiento. Es fácil ridiculizar y generar un -también efímero- sentido de popularidad (abordado a continuación) al respecto. Al igual que en el Mercado, dentro de las relaciones personales también ejercen principios de la economía y otras ciencias sociales (nada ilógico, pues a fin de cuentas, se trata de un aspecto inalienable y vertido en las regulaciones de la convivencia humana); al punto conviene referir la exposición de personajes, ideas y culturas al ridículo.

La libertad de expresión llevada a sus últimas consecuencias; no existen responsabilidades por parte de quienes gestionan el mecanismo de publicación respecto del usuario que publica (Facebook no se hace responsable de lo que publiques y los daños que de ello deriven), lo cual vuelve idónea la omisión en las regulaciones que -de otra manera- mucho importaría a estas empresas llevar a cabo. El negocio de la información y el uso estadístico de datos mediante algoritmos y publicidad estratégica es el verdadero mercado de estas industrias.

Los seres humanos, estando detrás del ordenador, adquieren un carácter estadístico y de meros incentivos (probabilidad de compra), no es necesario guardarles mayor consideración. Una óptica que prima, desde el ámbito empresarial hasta las relaciones personales. Después de todo, ¿por qué habría de señalar expresamente lo que mediante omisiones estoy haciendo constar de forma implícita?; ¿por qué debería de guardar una consideración para alguien que ni siquiera conozco o me conste su existencia (tocando el papel de la -presunción de- confianza en la creación de relaciones -y no vínculos- humanos) La respuesta es, en efecto, más sencilla de lo que parece: Reciprocidad (en cuanto conlleva un interés) y Educación. Así, la Economía Colaborativa pretende dar consciencia del individuo.

  1. El Ego reconocido e incentivado.

La súbita explosión de la doctrina ególatra merece ser observada desde la óptica del consumo; se traduce en un sinsentido incongruente. Por un lado se exacerba la sublevación de la creencia individual respecto de las “instituciones ideológicas” generales, generando una batalla campal -sin refugio ni piedad- entre los pares. En un sentido de presunta “superioridad” que permite al falto de pruebas la pretensión –legítima– imponer su doctrina sobre la de los ajenos.

Y sin embargo, conviene traer a mención el siguiente fragmento en la obra de Russell[7]: “La indiferencia ante la opinión pública (…), se considera un desafío, y el público hará todo lo que pueda por castigar al hombre que se atreve a burlarse de su autoridad”; al respecto es evidente la mención implícita del Ego en colectividad. El acto de desafío afecta una imagen (las más de  las veces, auto-inducida y carente de fundamentos) y por lo mismo debe ser castigado; y aún así, anteriormente observamos la constante lucha del interés individual hacia su primacía.

¿De qué manera puede explicarse tan curiosa incongruencia? Pues bien, no es necesario romper la cabeza decantando en ello, la respuesta es incómoda, pero necesariamente debe confrontarse para su debida solución: Nos encontramos en una sociedad de hipócritas: Nunca antes fue tan fácil ensalzarse y envanecerse. Se puede alardear ante miles, millones de personas acerca de nuestros logros, convencerlos de volverse en admiradores de nuestra realidad ficticia. El alcance de la tecnología en la red social da a todos la oportunidad de ser una estrella de rock o un líder mundial. Se intuye una relación causal que no existe, confundiendo los síntomas del éxito con el éxito por sí.

El concepto de la “colaboración” pretende subsanar las deficiencias del ególatra, la convivencia del género humano se traduce en un aprendizaje empático, dando noticia de la humildad anteriormente olvidada.

Empoderamiento y maquillaje.

La Economía Colaborativa implica grandes atractivos ideológicos, pero existen otras motivaciones a que debe –en gran medida- su vasto crecimiento (es un mercado emergente en el sector de inversionistas con capital riesgo). El Capital se ve atraído hacia el bien común gestionado de manera exitosa, es entonces, cuando la naturaleza “comunitaria” del mismo, pasa a entredicho.

Un discurso que fomenta la ética y la colaboración pero -sobretodo- se convierte en la insignia de una empresa social de consciencia y moral ante la falta de escrúpulos del capitalismo. Un mensaje fuerte y con bases conceptuales, mismas que hemos abordado a lo largo del presente escrito. Sin embargo, existe una mezcla de “interés comunitario” y “egoísmo corporativo”; las empresas de la Economía Colaborativa se financian a través del capital riesgo. Aun así, hay que tener una seria falta de escrúpulos para pretender que sean las mismas personas de la comunidad (desplazadas hacia este nuevo Mercado), las que deban hurgar en sus bolsillos para financiar empresas creadas por compañías con fondos multimillonarios: Empresas que eluden el pago de impuestos, que no “colaboran” con las autoridades –en ninguno de sus niveles- cuando las cosas salen mal. Pero no tienen problemas al exigir sus derechos de competencia y mercado como si lo hicieran.

Existe una distorsión pragmática en la gestión de las empresas que enarbolan la bandera de la Economía Colaborativa: fantasía consumada de los tecnócratas. La aceleración tecnológica permite el auge y rápido crecimiento de este sector. Así como los atractivos y facilidades fiscales que ofrecen; al gestarse –por regla general- como plataformas de conectividad y no de servicio. Es decir, no guardan una relación laboral hacia sus usuarios, su función responde a “facilitar” la naturaleza de un enlace entre partes interesadas. No responden directamente (ni de manera derivada) de las afectaciones que generan, del método unilateral que sigue la toma de sus decisiones, de la matrícula laboral y los usos que de sus registros de información realizan.

A decir de Tom Slee[8], “Las compañías de éxito en la Economía Colaborativa eluden el gasto de garantizar la seguridad. Afirman públicamente su compromiso al respecto y hacen algún gesto en ese sentido, pero también hacen todo lo posible por evitar las normativas (…) y se aseguran de no tener ninguna responsabilidad si las cosas se tuercen”. Bajo la proclama de silogismos estratégicos, adecuados de manera específica, y diseñados específicamente hacia un perfil psicológico para el usuario de Internet; se bombardea al mercado laboral inactivo; apelando a un bono demográfico en principio inutilizado. Sus campañas de contratación/incorporación pretenden contar con los proveedores necesarios a efectos de satisfacer la creciente demanda. La estrategia es sencilla: Primero se otorgan incentivos de alta participación a los miembros participantes para –posteriormente- dejarlos sin efectos de manera gradual, una vez ensartado el gancho, suele ser difícil que se presente un cambio en el usuario “contratado”.

Conocidas proclamas que van desde el “esquema de microempresario” hasta el “trabaja cuando lo decidas” y pasando por el clásico “se tu propio jefe”; frases sin sustancia, dedicadas a maquillar los efectos de un trabajo precario, inseguro y de bajos rendimientos.

Derribando Castillos: Un aire de verdad.

UBER, AirBnB, Lyft, Lending Club… Todas ellas son el sector más representativo de la Economía Colaborativa contemporánea; todas ellas han tenido disputas legales por malas prácticas… Al efecto de mantener la imparcialidad del lector es que ahora, en la recta final, se hace mención de quienes pretenden llevar a cabo –sin mucho éxito, desde mi opinión- las prácticas y valores que anteriormente se expusieron en el desarrollo del presente escrito.

Es digno de admirar –y de temer-, respecto de la doctrina consumista, su rapidez al momento de tergiversar los ideales; de transformar la esencia de los movimientos sociales, económicos, políticos… Al final del día, ¡todo se convierte en Objeto de Consumo! Siempre en busca de un rendimiento. La transición que ha seguido este modelo en la economía ha demostrado en una y otra ocasión la validación del refrán popular que afirma que “el infierno está lleno de buenas intenciones”. En función al éxito que obtiene la economía colaborativa de la gestión de recursos comunes podemos observar que, mientras el éxito de los mismos se mantenga (sin importar las malas prácticas que requiera para ello), el capital mantendrá su carácter de incentivo.

La gestión de la Economía Colaborativa parece haber ido más allá de los fundamentos que le dieron origen, adoptando el dogma de la antiselección –también selección adversa-; referido a “la posibilidad de que el agente disponga de información privilegiada al momento de celebrar un contrato”[9], existiendo sospecha acerca de las consecuencias que conlleva la instauración de tales modelos. Afectando así la confianza, pilar fundamental en el desarrollo de la Economía Colaborativa.

La tarifa dinámica, los alojamientos ilegalmente autorizados, la discriminación en el otorgamiento de préstamos; todas ellas, malas prácticas conocidas, carentes de moral. Si bien en alguna ocasión se expresó que “la economía no entiende de sentimentalismos”, no podemos ir por la misma zona gris en que las empresas de la Economía Colaborativa operan cínicamente para los efectos de eludir sus responsabilidades laborales, fiscales, en salubridad y de seguridad –entre tantas otras- ; la Economía como ciencia social debe responder al sentir de la moral generalizada. Las malas prácticas referidas tiene la misma percepción demonizada tanto en países de derecha como los centralistas (U.S.A., México, Reino Unido, etc.); el aumento de la zona gris, ante la explotación de mercado se traduce en una problemática a asuntos que antes eran benignos. Las afectaciones del micro se reflejan en lo macro; llamando urgentemente a la legislación para darle regulación; mostrando el fallo reiterado en la doctrina clásica capitalista del laissez faire.

Una vez más, el Capitalismo, en su forma más puramente darwiniana nos juega una mala pasada. Mediante la distorsión de principios, creados –por y hacia el colectivo- y fomentados en su carácter de común, que se vieron “ligeramente” transformados hacia una apariencia de fondo “más ejecutivo”, algo meramente “de trámite”. “Un pequeño ajuste por aquí” y “otro de tamaño mediano por allá”… Así es como la iniciativa de una colaboración comunitaria se ha demeritado en lo que hoy día pregonan las empresas referidas. Producto acabado del orgullo y codicia sin mesura de los inversores y la estrechez de miras que el sector tecnológico manifiesta; una lucha pendiente en su resolución desde 1990 que continúa generando victimarios: La Economía Colaborativa.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.

Bauman, Zygmunt. Amor Líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. 1ª ed., Fondo de Cultura Económica. México, 2005. 203 pp.

Bauman, Zugmunt. Daños colaterales: Desigualdades en la era global. 1ª ed., Fondo de Cultura Económica. México, 2011. 233 pp.

Bauman, Zygmunt. Vida de Consumo. 1ª ed., Fondo de Cultura Económica. México, 2007. 205 pp.

Campbell, Joseph. El Poder del Mito. 3ª ed., Ed. Capitán Swing. México, 2016. 304 pp.

Hardin, Garret. The Tragedy of Commons. Science. V. 162. Reino Unido, 1968. Pp. 1243-1248.

Russell, Bertrand. La Conquista de la Felicidad. 2ª ed., DeBols!llo. México, 2016. 207 pp.

Slee, Tom. Lo Tuyo es Mío. 1ª ed., Taurus. México, 2017. 270 pp.

Tirole, Jean. La Economía del Bien Común. 1ª ed., Taurus. México. 2017. 577 pp.

[1] BAUMAN, Zygmunt, Vida de Consumo. México, FCE, 2007. 205 pp.

[2] BAUMAN, Zygmunt.Daños Colaterales:Desigualdades sociales en la era global.México,FCE, 2011. Pp. 13-15.

[3] CAMPBELL, Joseph. El Poder del Mito. México, Capitán Swing, 2016.Pp. 27-31.

[4] BAUMAN, Z. Amor Líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. México, FCE, 2005. Pág. 14.

[5] Conviene resaltar al respecto que la Economía Colaborativa hace uso de los bienes comunes de carácter cultural, altamente atractivos, ante su inagotable consumo.

[6] “The Tragedy of Commons» en Science, v. 162 (1968), pp. 1243-1248. Traducción de Horacio Bonfil Sánchez. Gaceta Ecológica, núm. 37, Instituto Nacional de Ecología, México, 1995.

[7] RUSSELL, B. La Conquista de la Felicidad. México, DeBols!llo, 2016. Pág. 75.

[8] SLEE, T. Lo Tuyo es Mío. México, Taurus, 2017. Pág. 213.

[9] TIROLE, J. La Economía del Bien Común. México, Taurus, 2017. Pp. 130-132.