Educación Financiera: Un must del Progreso.-Miguel Ángel Caloca Heredia

Educación Financiera: Un must del Progreso.

Miguel Ángel Caloca Heredia

Estudiar ya no saca de pobre en México”, así reza el titular de un artículo[1] publicado el día 22 de mayo del año pasado (2017); la exposición de motivos se adivina, los trabajos bien remunerados escasean y la validación de un título no basa para ser una distinción suficiente en el mercado laboral, precario y lleno de vaivenes.

Así que viene al título el anglicismo “must”, que al español se traduce como una función del verbo “deber”. La educación financiera, en efecto, es hoy día; un must del Progreso. Sin ella, difícilmente podremos mejorar nuestras condiciones económico-sociales, ante los precarios salarios el “plan sin margen de fallar” (realizar los estudios superiores) se revela como insuficiente.

Recientemente hemos comenzado a ser testigos de la progresiva inconformidad que guarda el sector juvenil hacia el sector laboral. Esto último debido a una  drástica reducción del salario[2] (y demás prestaciones laborales); movimiento empresarial que encuentra su justificación en las recientes crisis financieras, siempre al amparo de la política de austeridad y reducción de gastos para aumentar la eficacia corporativa. Un tipo de economía que, para algunos está convenientemente devastada y para otros completamente a la deriva, carente de conceptos tales como ética y humanidad. Los anteriores factores han llevado a una apatía general en lo referente a la inserción laboral, sin importar las edades. El fenómeno nini –ni estudia, ni trabaja- nos lo refleja con claridad. Dejando una nueva incógnita (gran desafío) al ámbito de la Educación: ¿Es realmente eficaz la enseñanza en nuestro país?

A propósito, conviene recapitular en una de las garantías primordiales del Estado: La promesa por la movilidad social. La educación debe servir, primeramente, como una  manera de dar a los individuos que conforman la sociedad diversas capacidades y habilidades, mismas que les otorgarán la posibilidad de postular hacia un empleo de mayores remuneraciones. Esto es, la promesa de la movilidad social. Cuando menos, esto es lo que enuncia el plano del “deber ser”, la teoría… En un sentido aún más idealista, bien vale la pena señalar, que la educación debe ser el medio para la obtención de un beneficio pecuniario; sino la forma de complementar al individuo dentro de la sociedad en el campo del saber que ha elegido para desarrollarse.

A pesar de la diferencia que guarda un enfoque respecto del otro, podemos observar en ambos una clara convergencia: El desarrollo individual, que desemboca –de manera irremediable- hacia el desarrollo de la sociedad per sé. He aquí tenemos el quid –asunto- del presente ensayo: El sistema tradicional (en su vertiente educativa como laboral) se encuentra rezagado; superado por las constantes embestidas del capitalismo. El rendimiento importa por sobre todas las cosas, inclusive la humanidad y el mínimo necesario para su satisfacción. No es de extrañar entonces que, ante los bajos salarios –cada vez menos competitivos- exista una indiferencia mayor de las personas llamadas a ocupar el desarrollo de tales puestos.

Existen amplias justificaciones al respecto; desde la tendencia “freelancer” propia del siglo XXI, hasta el simple carácter egocéntrico de quienes conforman la generación millenial. Todas ellas válidas en cierta manera. Asimismo,  uno de los argumentos más sólidos que podemos encontrar en este debate es que, por primera vez existe una diferencia radical entre el nivel de preparación y el salario ofrecido. La reducción salarial presenciada en México, ha afectado en su mayoría a la población con mayores estudios[3]. La desigualdad social se incrementa y el estancamiento se hace –aún más- presente. Existen más dudas que certezas acerca de los mecanismos para combatir tal desigualdad; algunos se inclinan a señalar culpables en la clase aristócrata de nuestro país (no los puedo culpar), otros más optan señalar la falta de oportunidades.

A pesar de ello; una de las interrogantes poco mencionadas al desarrollo del debate podría ocuparse de este asunto. Ante los nuevos paradigmas económicos y sus repercusiones al ámbito laboral en el tiempo contemporáneo, conviene replantearse lo siguiente: ¿Qué papel tiene en ello la educación?

El dogma educativo: Curitas para la hemorragia.

La educación puede verse reducida –grosso modo–  en la herramienta encargada de garantizar el cúmulo de ciertas habilidades y competencias (a un nivel de desarrollo “óptimo”), así como de un grado de conocimiento básico para su aplicación en el desarrollo profesional del individuo; mismos componentes que seguirán una tendencia progresista hasta volcar en un área de aplicación diversa (licenciatura) y un nivel de especialidad dentro del mismo ámbito (maestría, doctorado).

Dicho de otra manera, se trata de expectativas: Mientras que de una persona con la primaria concretada se espera que pueda leer así como manejar  operaciones matemáticas básicas; por otro lado, se podría esperar que un egresado del bachillerato (preparatoria) tenga habilidades de redacción y manejo de operaciones algebraicas a un nivel estándar, modelo que se ha cambiado al día presente –al menos, parcialmente-; ante la inclusión del modelo educativo por competencias[4]. El interés que radica en la educación y su impartición estriba en que, a fin de cuentas, a un mayor grado de escolaridad deberían corresponder mayores probabilidades en la obtención de un mejor empleo (remunerado). Es decir, “la cantidad de recursos destinados a la educación representa un aspecto clave para la formación del capital humano de una sociedad”[5].

Esto último, no siempre sucede, debido a los más diversos factores que van desde un mal desempeño del profesional en sus competencias laborales hasta los grados de “compadrazgo”, nepotismo y corrupción que nuestra sociedad ofrece cotidianamente.

A pesar de ello, mantuvo su validez, hasta que comenzó a verse suplantado a partir de los últimos tres lustros, en que hemos podido observar una drástica reducción salarial de manera generalizada. Ello se ve agravado por medio del poder adquisitivo que representa el sueldo real pagado, anteriormente mencionado en la nota “2”. Al punto que –guardando las debidas reservas- se pueden equiparar los ingresos de un licenciado con los de un conductor de Uber[6]. Claro, que habrá quienes digan despectivamente: “Pues eso será en tu carrera, porque en la mía no pasa”… La tendencia salarial es generalizada y se mantiene decreciente. Por lo que, desafortunadamente, les llegará el momento. Vayamos a la cuestión que nos atiende. ¿Es realmente vigente la educación que recibimos para los tiempos modernos?

Educación Financiera: ¿El “por qué” (no) de su implementación?

Una de las cuestiones que prevalece –en cuanto a su pragmatismo- dentro del ámbito mexicano, es la abstención educativa en lo tocante al manejo de dinero. Las cuestiones pecuniarias, se aprenden -típicamente- de primera mano y según se adquiere un mayor poder adquisitivo, lo que es lo mismo a decir “sobre la marcha”.

Una interesante anotación al margen radica en la mala concepción que se tiene del dinero en la sociedad mexicana, que encuentra su origen más remoto en la religión católica (preferida del pueblo mexicano). Tal y como algunos de los postulados bíblicos nos hacen ver en sus enunciados. Ya sea el famoso “polvo eres y en polvo te convertirás” (Génesis 3:19), o bien “que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de Dios” (Mateo 19:24); ambos nos develan un sentido de “maldad intrínseca” en la riqueza o de la lejanía que de la misma debemos mantener, en salvaguarda de nuestro bienestar espiritual, presente y futuro.

Realizada la pertinente anotación, encontramos el dogma de una percepción negativa del dinero. Dentro de frases que dan más análisis al interior de la mentalidad social de lo que aparentan… ¿Quién no ha escuchado que “el dinero es la raíz de todos los males” o que “los ricos deben ser avariciosos”? Una de las favoritas –y que invita a la reflexión- es la siguiente: “Pobre, pero honrado”, vamos, ¿es que en realidad no puede existir gente rica con honradez? La sociedad mexicana se escandaliza del dinero, y como efecto inmediato, teme a las finanzas; se condena al estancamiento.

Pocas son las profesiones que tienen una peor representación (quizá los políticos y los abogados) en el colectivo imaginario que los banqueros. Sin lugar a dudas –duela a quien le duela-, es innegable saber que, eventualmente, terminaremos acudiendo a solicitar algún servicio bancario; ya sea la apertura de una cuenta corriente o bien la solicitud de un crédito, las necesidades contemporáneas (seguridad, liquidez, etc.) nos orillan a ello.

Tomando en cuenta lo anteriormente dicho, brilla por su ausencia en el ámbito de la educación pública –y, ocasionalmente en la educación privada- la inclusión de conceptos, ideas y percepciones con relación al manejo del dinero. El enfoque educativo tradicional (como mencionamos anteriormente) se centra en la adquisición de conocimientos generales en varias materias, bajo el fundamento de que ello será necesario para que podamos defendernos en el desarrollo de nuestra vida profesional. Todo esto se ve reducido a una falsa premisa (viciada en su concepción) desde que podemos observar que la actual generación de jóvenes es la mejor preparada en los últimos años, y se le dan unos salarios que lo son todo, menos equiparables al grado de formación, generando un paro juvenil en magnitudes no conocidas hasta ahora.

La actual problemática solamente ha puesto a flote un grave defecto de la sociedad mexicana: Nuestra carencia de una buena educación financiera[7]. Las crisis que competen al manejo del dinero se verían drásticamente reducidas al momento de brindar una educación que permita el desarrollo de habilidades enfocadas a la consecución de una estabilidad financiera.

El simple manejo de conceptos básicos como lo son ahorro, gasto e inversión (por referir algunos ejemplos), prácticamente desconocidos para buena parte de la población. La ignorancia cotiza a un precio elevado en las vidas de quienes la adolecen. El (auto) control y fomento de disciplina en lo que a dinero refiere, es un factor básico para la transición que ocupa un país en desarrollo como el nuestro.

Recordemos que, en términos de saneamiento económico (enfocados al progreso de la sociedad), la estabilidad financiera de los sectores “micro”, conforma la solidez y fortaleza del sector “macro“. La solución no radica en otorgar más subsidios, o apoyos económicos (cualquiera que sea su presentación) a las categorías vulneradas. Pues en el bajo índice de eficacia real -de dicho apoyo- es que radica la perpetuación de la problemática económica del país. Ante una cultura exacerbada del -inconsciente- consumismo, cuyas bases evidenciara el difunto sociólogo Zygmunt  Bauman al indicar que “el ser social teme de no poder responder a las expectativas de gasto que vienen acompañadas a su condición en el estrato colectivo[8]. Dar dinero a costa de los impuestos recabados es todo menos una solución (acaso efímera y populista). Realizando la analogía de esta situación con el conocido dicho “Dale a un hombre un pez y comerá un día, enséñale a pescar y comerá toda su vida”.

Aprendiendo a pescar: Retos y Consecuencias.

Al final del día, la pobreza no es cuestión de dinero, sino de cómo se maneja éste una vez adquirido. Es por ello que la educación financiera resulta una herramienta fundamental para las clases baja y media del país (en sus diferentes estratos), como un proceso para potenciar el desarrollo económico, en su ascenso hacia nuevos peldaños del escalafón social. Resaltando la urgencia de su necesaria implementación al sistema de estudios general, sus beneficios son potenciales y los riesgos de invertir  en la juventud, inexistentes.

La educación financiera se basa en la superposición del carácter cualitativo (manejo del dinero) sobre el carácter cuantitativo (ingreso de dinero), pudiéndose concretar en la nula relevancia de cuanto sea el ingreso recibido; lo que importa realmente es la manera en que se maneja dicho dinero para producir -del mismo- una ganancia mayor. Dejando así la puerta abierta hacia un dogma incómodo del capitalismo liberal: La pobreza no necesariamente es un estado económico, sino un estado mental -y de preparación-.

Dejamos mucho que deber en los bastiones de mayor relevancia: La Juventud. Prácticamente hemos desperdiciado al bono demográfico, que carece del mínimo marco conceptual para la realización de la educación financiera en la sociedad mexicana. Dato por demás alarmante ante los constantes reportes y artículos que al respecto, se han emitido, incluyendo El Tsunami Demográfico que se avecina[9], en que se nos hace especial hincapié del Reporte de Envejecimiento de la Población Mundial[10].

Al respecto, el Grupo Cultura Financiera de los Jóvenes en México, nos indica los siguientes datos de relevancia[11]:

  • 54 por ciento reconoció no llevar ningún tipo de registro de su manejo financiero.
  • Un 87 por ciento no tiene ahorro para retiro y 61 por ciento no ha pensado en ese tema.
  • 56 dijo que »vive al día» y por eso no le sobra dinero para ahorrar.
  • Solamente el 11 por ciento deposita sus ahorros en una institución financiera.

Queda mucho por hacer al respecto, y las preguntas abundan en cuanto a recomendaciones y soluciones del tema en concreto. Sin embargo, debido a la relevancia del tema habremos de continuar  -en este sentido- la relación de la educación financiera hacia su realización por los jóvenes que será motivo de una publicación subsecuente.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.

https://www.gob.mx/consar/articulos/el-tsunami-demografico-que-se-avecina-v-el-reporte-de-envejecimiento-de-la-poblacion-mundial-2017-de-naciones-unidas?idiom=es

http://www.dgespe.sep.gob.mx/reforma_curricular/planes/lepri/plan_de_estudios/enfoque_centrado_competencias

  • Educación Económica y Financiera: Implicaciones para la Economía y papel del Banco Central (2018). México. Javier Guzmán Calafell. Recuperado el 22 de abril del 2018 de:

http://www.banxico.org.mx/publicaciones-y-discursos/discursos-y-presentaciones/discursos/%7BC92E4837-9221-C041-CD21-A30C57E3D356%7D.pdf

http://idic.mx/wp-content/uploads/2017/12/VozIndustria-20171213-Vol-05-Num-108-Bajos-salarios-informalidad-y-pobreza-la-debilidad-social-del-modelo-econ%C3%B3mico-v2.pdf

[1] Disponible en http://www.sinembargo.mx/22-05-2017/3222516

[3] Bajos salarios, informalidad y pobreza, la debilidad social del modelo económico, IDIC (2017).

[4] “El desarrollo de competencias destaca el abordaje de situaciones y problemas específicos, por lo que una enseñanza por competencias representa la oportunidad para garantizar la pertinencia y utilidad de los aprendizajes escolares, en términos de su trascendencia personal, académica y social”; en su quinto párrafo.

Referencia:http://www.dgespe.sep.gob.mx/reforma_curricular/planes/lepri/plan_de_estudios/enfoque_centrado_competencias

[5] “Educación Económica y Financiera: Implicaciones p. la Economía y el papel del Banco Central”, intervención del Lic. Javier Guzmán Calafell; Subgobernador de BANXICO. UAOAX, 16-03-2018.

[6] http://www.elfinanciero.com.mx/empresas/conductores-de-uber-ganan-mas-que-psicologos-dentistas-y-contadores (el ingreso “oscila entre los 9 mil y los 12 mil pesos mensuales”).

[7] En México, apenas el 31% de los adultos tienen educación financiera. Mientras que en Noruega tal cifra suele alcanzar porcentajes del 71%: Encuesta Nacional de Inclusión Financiera 2017.

[8] Bauman, Z. (2003). Amor Líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Pp. 36-37.

[9] https://www.gob.mx/consar/articulos/el-tsunami-demografico-que-se-avecina-v-el-reporte-de-envejecimiento-de-la-poblacion-mundial-2017-de-naciones-unidas?idiom=es

[10] World Population Ageing (Report), 2017. United Nations.

[11] Cultura Financiera de los Jóvenes en México: Síntesis de Resultados.